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martes, 25 de septiembre de 2012

JARDINERO DE ESPERANZAS

HECHOS!



 


Por: José Ismael Castillo Mateo
Presidente de MASSDANILO
Especial para HECHOS!



Conocí hace ya muchos años a un joven virtuoso, entregado a los estudios y a sentir de su pueblo, pueblo sureño destinado al olvido, al que -en su decir- no era justo que el polvo y el olvido se entregaran en cuerpo y alma para cohabitar con su existencia y ensañaran con sus gentes, con particularidad de la naturaleza árida, rupestre y marginada por todos los gobernantes y que le tocara ser parte de sus vivencias desde su infancia, característica que le llevaron a poner y dedicación a la construcción de su propio jardín, con la esperanza de que algún día, cuando ya en el correr de los años y la dedicación al cuidado del mismo, le permitieran ver el brillo de las flores y así crear el sueño que diera un brillo diferente a ese terruño de sus entrañas y, de la misma manera, a todas sus gentes, su pueblo, su región y a toda la nación a la que convencido le dedicaría la vida, si fuera necesario, especialmente para ver florecer, en la más entrañable de las flores, LA FLOR DE LA ESPERANZA.

El joven jardinero, carpintero de sus propios sueños y su propio destino, hacía sus incursiones desde joven en las tareas, no sólo propias del conocimiento e interés personal, y de cómo levantar los surcos de su jardín, sino de entre los jardines que repartían sus frutos en todo el territorio nacional para que fuera su paradigma y pudiera ser su guía espiritual e intelectual, para lograr hacer crecer el fruto de sus sueños y el de la gente de su pueblo, para que el agreste sur pudiera un día estar lleno de sus propias flores y de sus propios aromas, todo de aquello que siempre primó en sus deseos, por sus virtudes y el colorido de sus ideas, capaz de dar todos sus pétalos y las mismas tonalidades que imaginaba en su conciencia y las bellezas capaz de llenar de alegría y vida a todos sus admiradores y a los que desde lejos compartieran su aroma y encanto, no importándole el sacrificio, la entrega, la dedicación y la vocación de servicio que habría de comprometer para lograr ese sueño.

Pasarían los años y llegaría el día, y ese día esperado llegó, fue el día en que otro gran maestro cultivador de sueños le tocó las puertas, con sus manos largas y sus canas largas, ataviado de color morado y amarillo con voz firme le señaló una estrella amarilla radiante de luz y le dijo: "Ves esa estrella, es el camino que conduce al conocimiento que dará vida a tu jardín de flores, allí están las herramientas, abonos y técnicas adecuados para hacer crecer los frutos de tus sentimientos, yo la conduzco, dame tus manos y tus pasos y yo te llevaré de las manos a cultivar la flor, esa flor de la esperanza, de la que yo también he hablado y ofrecido a tu gente, que son las mías y a ellos nos debemos".

Siguió los pasos del maestro y sus consejos, dedicarse a tiempo completo a sembrar y regar las semillas del maestro en todas partes para que germinaran bajo su orientación y su cuidado, con la fe en las enseñanzas del maestro, con la fe y la firmeza puesta en que un día cosecharía, ahora entonces para toda la nación, la flor de la esperanza.

De pronto surgió una flor que cultivada fue por otro jardinero, tan parecida a su flor, que pudo ser su propia flor soñada, la flor de sus sueños y la dejó en manos de su hermano menor, como regalo, y le dijo: "Tu eres para mi el elegido de esta, tómala y hazla desplegar su aroma y que su color sea admirado por todos, para que se derramen como polen y florezca la armonía, la paz, la conciencia y que cada dominicano toque un pétalo que pueda guardar en las páginas de su historia", y así lo hizo. 

Floreció el orden y la forma de ver el jardín de rosa, las cosas en cada rincón de la nación, y se vio a 18 mil jardineros multiplicarse en un millonario batallón de jardineros, fue una tarea fácil después de que se apreciara la belleza de la flor y se cerrara el camino malo que a él conducía, fue y siguió siendo tarea del sembrador de ideas y carpintero de la organización de jardineros que, como abeja reina, no dejó de laborar un solo día para que el país se llenara de encanto y la luz amarilla del maestro irradiara la tierra que él soñó digna de mejor suerte y aún regándole esta vez la oportunidad de que los hombres y mujeres del pueblo y todos los pueblos del sur coronaran a su sembrador de flores, con la flor que soñó: La flor de la esperanza.

Llegó lo inesperado un verdugo de verano venció al jardinero de Dios, el jardinero del sur y abrazó al país la epopeya de tierra arrasada, conducida de la mano de un bárbaro leñador que como cultivador de flores de montaña entendió que todo esfuerzo a otrora realizado para sus planes de hacerse el héroe del jardín y se avasalló contra todo lo que era fragancia ajena, color o descolores, flores o rosas y en cuatro años destruyó todo cuanto pudo, muros por muros, cantón por cantón, jardín por jardín y no dejó bancos en que sentarse y que le permitiera a usted descansar en equilibrio, ni mucho menos en sus pensamientos, arruinó la economía domestica que generaban los jardines que el discípulo anterior que el maestro cultivó.

Pero la naturaleza es sabia y sus hombres también y llegó junto al verano nuevamente la ocasión de cambiar el jardinero y el jardinero volvió, volvió a recomponer los prados y los jardines, surgió de nuevo la confianza de recuperar el tiempo perdido, brotó de la tierra la esperanza, creció la luz, la luz amarilla se expandió por las mentes y los sentidos de la gente y nuevamente el verano escogió al jardinero precoz y feroz, negando nuevamente la oportunidad a quien las primeras, segundas y terceras semillas regó en el corazón de la gente y en las fértiles tierra de la nación, más el incansable jardinero sureño su labor continuó, esta vez con más fe y tezón, dando a conocer las fuentes que irrigarían sus terruños, que multiplicarían sus anhelos y abonarían sus corazones por que el tiempo de sembrar la flor de la esperanza le llegó.

A estas intenciones sanas, cuerdas, prometedoras, esperanzadoras, consecuente con los sueños anhelados del viejo jardinero de las canas blancas, de manos largas, del atuendo de amarillo y morado prometió, y que del trabajador incansable, discípulo fiel, leal a sus principios, a este incansable trabajador, solo comparado con la reina abeja, nuevamente el verdugo de las flores de montaña, su destino enfrentó y en la arena de la lucha frente al pueblo sabia abatido y derrotado cayó.

llegó lleno de energía y voluntad el discípulo considerado mayor, discípulo del señor de manos largas, de canas blancas y del atuendo del ya referido color, con la mente preclara a emprender el sueño que a su gente ofreció, júbilo, alegría, ilusiones, por fin el momento de cultivar nuestra flor, la flor de la esperanza llegó, cientos, miles de emprendedores a su merced se rindió y el momento de enseñar nuevas técnicas de producción, de bellas flores, jardines de mil colores a la fiesta de verano le acompañaron para que a las puertas de su sentido se arraigara y su discurseo prendiera y su pueblo lo llevara a conducir la nación.

Al pueblo entero la sorpresa asaltó, cuando el momento llegó y el feliz elegido, preñado de extrañezas, de rosas marchitas en su magno jardín encontró, herramientas con moho, abono dañado de cultivo exploró, semillas derramadas en suelo infertil, abundancia de pirañas en las tinas, los huertos, preñados de parásitos improductivos y otros tantos acéfalos cortesanos sólo dedicados a contemplar las flores y las luces encontró.


Triste cuadro colgado en el mármol observó, amargo drama de interior en su añorado jardín de flores encontró, no pondré cada pétalo de mis gladíolos en este hermoso y codiciado jarrón, así mismo se dijo y así se respondió, dejaré su agrio aroma, y de esos príncipes negros airear su mal olor y en mi primavera, cuando los huertos han de empezar a ofrecer su color,  sacaré mis gardenias, mis gladíolos y azucenas a acompañar a mi reina entre mi flor, mi flor de la esperanza, la que he cultivado yo...



santoscuevasj@hotmail.com